Compinches, autores a cuatro manos de ficciones, ensayos, traducciones y prólogos, Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares construyeron una de las amistades más notorias de la literatura argentina. Pero no eran lo mismo. Bioy, atento, se dio cuenta. Hubo un momento, hacia mediados de la década de 1940, donde tomó conciencia que estaba accediendo a la intimidad de un genio. Que un genio visitaba su casa, charlaba con el de cualquier tema y después se iba.
Por suerte para nosotros hizo algo al respecto. Llevó, día tras día, año tras año, un diario de las conversaciones. Cuando se iba Borges, él se sentaba y escribía. El resultado, publicado después de la muerte de ambos, es un libro exquisito y polémico llamado Borges.
Una puerta abierta a la literatura argentina. Conversaciones con Agustín Alzari...