Los tres relatos que componen Ese mundo ya no es nuestro (Modesto Rimba) de Pablo Colacrai ―nacido en Noetinger en 1977, rosarino desde entonces― pueden leerse como un punto de inflexión en su obra: el escritor en busca de nuevos universos formales para abordar lo que ya se evidencia como sus temas predilectos. Las escenas transcurren, de manera deliberada, en un tiempo donde las pantallas y las redes no tienen lugar. Pero dentro de ese escenario que cabe figurar como retro aparecen sin embargo miradas muy contemporáneas sobre el amor, la familia, la infidelidad, la aspiración cultural.
Pablo dirige desde hace una década uno de los talleres de escritura más reconocidos de Rosario, con una vasta historia que lo antecede. En este, su tercer libro, esa actividad se vuelve tema, incluso en clave mordaz. Pero no solo tema sino forma. Ese mundo ya no es nuestro explora premisas formales sin ambigüedad, con el fin de revelarnos en ese juego diferentes modulaciones de esas historias que, a poco de comenzar, difícilmente podamos dejar de leer.
En La Biblioteca Salvaje opinamos pero también pudimos conversar con Pablo. Ojalá lo disfruten tanto como nosotros.
Fragmentos de la entrevista
I
"Los cuentos están escritos en esta época pero la imagen mental que yo tengo de los personajes es de fines de los noventa, principio del dos mil. Ahí suceden las historias (…) En los cuentos aparecen las relaciones contemporáneas, padre e hijo, las relaciones de pareja, lo doméstico. Son los temas que me motivan, que me convocan. Hay diferentes teorías al respecto pero a los temas no los elegís, son los temas que a vos te interesan realmente. Y también muchas veces está relacionado con la literatura que uno lee".
II
"En este libro intenté probar cosas nuevas desde lo formal, cosas que me desafiaban a la hora de escribir pero los temas son los mismos de los dos libros anteriores. (La Noche en plena tarde, 2012 y Nadie es tan fuerte, 2017). La palabra experimental puede llegar sonar pretensiosa pero sí es cierto que en este libro me propuse hacer cosas que no yo no había hecho antes, es experimental en el sentido de mi propia producción. No hay nada en el libro que vaya a revolucionar la historia de las letras, no es experimental en el sentido que provoque algún tipo de dificultad de lectura. Hay algunos elementos que me propuse conscientemente antes de empezar a escribir el primer cuento. Era probar, era tomar un riesgo e ir hacia lugares donde no sabía qué iba a pasar. Hay un modelo de cuento que yo ya sé que funciona y sé cómo funciona. Lo que más me atraía al pensar estos textos es que no tenía las más remota idea de si iban a funcionar o no, eso me sedujo como proyecto".
III
"Yo coordino talleres hace mas de diez años todos los días. Una cosa que me pregunté es qué pasaría si esto que uno hace todos los días lo tematiza, lo pone en la superficie del texto. Ya no está funcionando abajo en la estrucutra como lo que me permite construir un texto narrativo, sino que los personajes dicen lo que yo mismo digo casi todos los días (…) No son cuentos sobre escritores, auque la escritura aparece. Es verdad que en los tres textos hay personajes escritores, eso le da unidad al libro, pero son las historias las que nos quedan. Del último cuento (Los Silencios) la gente me dice que les queda el viaje del padre y el hijo, no el escritor que está escribiendo ese recuerdo. La escritura es una excusa que me sirve para articular los textos, para extenderlos. Con la escritura pasa que eso que uno piensa como recurso también te habilita y permite otro tipo de relatos. A mi me permitió abrir los relatos y entrar a las escenas de otra manera".
*La Biblioteca Salvaje. Conversaciones sobre literatura con Agustín Alzari.