La literatura de corte regionalista goza hoy día de una impecable mala fama. Berreta, dicen. Pobre de recursos. Para colmo, los que históricamente la defendieron, lo hicieron por la razones equivocadas: alabar por alabar la región de uno no tiene, en literatura, demasiado sentido si no entretiene, ni emociona, ni logra mover un pelo al lector no interesado, precisamente, por la región.
Sin embargo, cuando leemos descansados y sin esperanza, alguno de esos libros, como Aquerenciada soledad, de Luis Gudiño Kramer, notamos que algo late. Algo que no es la descripción de la región sino un acierto más grande, algo para lo cual la literatura ha servido por siglos: ser el nexo vivo de una suerte de memoria colectiva.
¿No podría ser esta una de sus misiones olvidadas?
Una puerta abierta a la literatura argentina. Conversaciones con Agustín Alzari...
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