Antes de conventirse en escritor, cosa que ocurrió tarde en su vida, Felisberto Hernández vivía de dar conciertos de piano aquí y allá, en la capital de su país natal, Montevideo, pero también en muchos pueblos e incipientes ciudades de Uruguay y del litoral argentino. Tocaba, según cuenta Juan L. Ortiz, que tuvo oportunidad de escucharlo en Gualeguay allá por 1935, "un repertorio muy de avanzada: Stravisnky, Debussy...".
Su literatura también es de avanzada, pero hacía adentro: hacia la inocencia, la infancia y las tierras de la memoria. Mirar con los ojos de Felisberto es animar el mundo, rodearlo de sombras y de analogías con el mundo animal, de acechanzas sin consecuencias, y también de chistes y situaciones graciosas.
Hablamos de sus libros, leímos algunos fragmentos de los cuentos reunidos en Nadie encendía las lámparas y, por supuesto, para los oyentes que lo pedían a gritos, develamos la verdadera identidad de su tercera esposa...