Hace unos años asistí a un seminario sobre literatura alemana. Estábamos merodeando a Rilke cuando el profesor, un reconocido poeta de esta ciudad, nos descolocó con la pregunta madre de todas las artes: ¿qué entendíamos por forma y contenido? y, sobre todo ¿de qué manera, según nosotros, se relacionaban estos conceptos? Después de divertirse un rato escuchándonos, cuando todos pensábamos que la cosa iba a quedar en el aire, tiró la "solución": "La forma ES el contenido". Apa.
Hace tiempo, unos cuantos años ya, que la escritura de novelas de formato pequeño, referenciales y livianas, se ha vuelto norma. Pocos escritores interrogan la forma. Si seguimos al profesor de literatura alemana, esta falta de interrogación sobre la forma es, directamente, una falta de interrogación sobre el contenido. Algo inadmisible, o al menos indeseado.
Para Rodolfo Walsh, tanto como para Juan José Saer, la novela era, ya en los 70, un género en crisis. Por muy diferentes motivos desconfiaban de ella. Y la desconfianza, en el arte, es la madre de la originalidad. La discusión sobre el género novela, entonces, en manos de dos de los más grandes narradores de nuestra literatura.
Una puerta abierta a la literatura argentina. Conversaciones con Agustín Alzari...