Libro: Últimos poemas en Prozac de Fabián Casas. Texto: Lee el comentario de Marcelo Bonini. Audio: Escuchá la columna en la radio de Bernardo Orge, Marcelo Bonini y Bernardo Maison.
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En el poema de la página 21 de su nuevo libro, Fabián Casas escribe: “(…) A un poeta/ se lo olvida más rápido que a un paraguas. / ¿Y a un marido?”. En “Olvido”, la afirmación de que a un poeta se lo olvida rápidamente, si bien no puede ser tomada de modo universal, y la pregunta que le sigue nos dan una clave o un tono para leer Últimos poemas en Prozac.
Desde el nombre del libro, Casas nos reenvía a la mezcla entre cultura de masas y lecturas literarias, tan habitual en su obra y, aunque de modos diferentes, en la de otros poetas de la llamada generación del 90. El título funde Pequeños poemas en prosa —libro de Charles Baudelaire, quien, entre romántico y moderno, fue uno de los primeros poetas en, sin dejar el verso, adoptar la prosa como forma de poetizar la vida urbana del triunfante capitalismo de mediados del siglo XIX— con uno de los más populares antidepresivos del mercado actual.
Entre la depresión por el desamor, una mirada social desde la clase media (ahora el autor además es un padre clasemediero), los ecos budistas a los que nos tiene acostumbrados, un poco de futbol y mucho más de rock, Últimos poemas en Prozac es el Casas de siempre, pero consciente del paso del tiempo y la edad. Si bien cada poema resiste una lectura autónoma (¿por qué debería ser de otro modo?), todo el libro canta y cuenta los últimos años no de un joven adulto sino de un hombre de mediana edad. Casas ya superó el “mezzo del cammin di nostra vita” (de nuevo el olvido: tal vez pocos recuerden a Dante el hombre, pero ahí están, si no toda la Comedia, al menos un par de versos sueltos que no se olvidan).
¿Literatura del yo? Puede ser, pero no hay ninguna novedad (no importa que no sea una novedad) en que un poeta haga uso y abuso de la primera persona, más o menos real o imaginaria, mediante la lírica. En este libro, Casas deja atrás, aunque no del todo, la épica barrial de la amistad y las pasiones que supo construir en los 90 por una intimidad un tanto más frágil o reflexiva que, si bien estaba presente en sus poemas anteriores, aquí ocupa un espacio mayor. Estas tres fuerzas —intimidad, fragilidad, reflexión— acompañan, bajo la forma de las frases-remate ya mencionadas, la habitual epifanía —o su búsqueda— de los poemas de Casas: “La poesía/ cuando no da en el blanco/ produce resentimiento. /Nunca da en el blanco”, dice en “Advertencia”.
Como en mucha literatura norteamericana de mediados del siglo XX en adelante (Carver o William Carlos Williams son nombres indispensables para muchos poetas surgidos en los 90), las frases de Casas oscilan entre una incipiente revelación y objetos y situaciones cotidianas (¿mundanas?) o familiares: “El primer recuerdo que tiene de una boda/ es el de su prima Chechi” (“Los novios saludarán desde el atrio”). En este verso, y a lo largo de libro, Casas muchas veces usa la tercera persona cuando es obvio que se trata de él, es decir, el sufrimiento a veces debe ser dicho como si fuera de otro, no se lo asume por medio del “yo”.
Si se olvida a un poeta, es más probable que no se olvide su obra, aunque sea un poema o solo un verso, una frase. Casas, como de algún modo lo fue Raúl González Tuñón, es un escritor de frases potentes y recordables, en particular en sus remates: “Parece una ley: todo lo que se pudre/ forma una familia”, escribió en “Hace algún tiempo”, poema de su primer libro oficial, Tuca, de 1990. Ahora, en 2019, luego de nueve años si publicar en el género—en 2010 publicó Toda la poesía (1990-2010)—, Casas escribe un poema llamado “Aviso”: “La familia es una patología/ que te acompaña toda la vida./ Pongámosla en la heladera/ para que no se pudra”.
Claro, entre Últimos poemas en Prozac y Tuca pasaron casi tres décadas, cuatro o cinco ciclos políticos, el poeta dejó de tener 25 años como en 1990, estuvo en pareja, se separó y fue papá dos veces. Por supuesto que no se puede señalar este cambio de perspectiva como una contradicción. Y qué si la es. ¿Qué se le puede pedir a un poeta en la Argentina macrista del 2019? ¿Hay que pedirle algo a la poesía? Algo ha cambiado en Casas el hombre, pero el Casas poeta sigue usando de modo consciente los mismos yeites que en los 90. Tampoco se lo puede acusar de nada respecto de esto. Al menos, Casas es fiel a una sensibilidad que ya no está tan de moda, pero que sigue funcionando a fuerza de sus lectores, hombres y mujeres de la ciudad con sufrimientos existenciales y de los otros.
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