Libro: Otoño Alemán (2019)
Autora: Liliana Villanueva
Editorial: Blatt & Ríos
Texto: Marcelo Bonini
Podcast: La Canción del País
Fotografía: Silvina Baez
Por Marcelo Bonini
Liliana Villanueva (Buenos Aires, 1963) conjuga en Otoño Alemán sus avatares como una joven arquitecta en el Berlín occidental de fines de los 80 con parte del proceso que dio lugar a, en palabras de la autora, la “apertura” del Muro de Berlín y sus posteriores efectos. 33 pequeñas viñetas de narración condensada y precisa, dividas en tres secciones que bien podrían funcionar de modo autónomo, apuntalan la estructura de Otoño alemán.
Se impone una mención: estas crónicas no fueron escritas “en caliente”, a la manera usual del género. La distancia temporal y espacial, inevitablemente, ha modificado mediante la escritura aquellos días que ahora se recogen en libro. Se trata, como sabemos, de la diferencia entre experiencia y vivencia. De este modo, el libro de Villanueva ofrece la posibilidad, desde un plano subjetivo pero sin atosigarnos con la primera persona, de ingresar a un complejo proceso político a partir de la cotidianidad. Pero, desde el vamos, asistimos a la vida cotidiana de una extranjera y de una viajera más que de una turista, es decir, de un punto de visto desplazado que mira a partir de las similitudes y semejanzas (entre Argentina y Alemania, entre la RDA y la RFA, entre estas y otros países de Europa).
Este libro de crónicas comparte su título con un proceso histórico — el Deutscher Herbst (otoño alemán)—: los secuestros y hechos de sangre producidos por lucha antiimperialista y anticapitalista que llevó a cabo la organización armada de corte foquista Fracción del Ejército Rojo (RAF) con la ayuda del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP). El periodo comprendido entre el 7 de abril y el 19 de octubre de 1977 en la Alemania Occidental y algunos países de Europa, fechas que difícilmente hayan impactado a nuestra memoria argentina.
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“Desde hace dos años vivo en dos idiomas, no siempre encuentro la palabra justa para cada cosa”, dice la narradora a poco de que empezamos a encontrarnos con su voz. Esa duda, el hecho de reconocer que no siempre sabe, la impulsa hacia la dirección opuesta: hacia saber, hacia la toma de decisiones.
La primera sección de Otoño Alemán, homónima del título del libro, apunta al conocimiento del terreno y de la Historia. La tensa madrugada del 10 de noviembre de 1989 la protagonista está parada sobre el Muro entre una multitud. En medio de elucubraciones y aseveraciones sobre los disparos que efectivamente no salieron de los rifles de los soldados, Villanueva escribe “pero eso no lo puedo saber ahora mientras estoy sobre el Muro”, en un cambio de tiempos verbales de pasado a presente tan efectivo como sutil, que desdobla la voz que cuenta y lo contado. La segunda parte del libro (“Berlín 1990”) narra cómo se afirma en su lugar de trabajo, el prestigioso pero quebrado estudio de arquitectura Botchner & Brandt, donde no será solo una empleada más sino una pieza fundamental del mecanismo que hará que la firma gane un importantísimo concurso público.
Si bien la narradora se queja de no encontrar la palabra justa (el ideal de perfección postulado por Gustave Flaubert en el que podemos o no creer), esa preocupación funciona como todo un estilo, a falta de una palabra mejor. De léxico y frases precisas, Otoño alemán ofrece un friso de datos (culturales, sociales, económicos, etc.) que no interrumpen el relato sino que lo favorecen, es decir, las descripciones, los contrastes —como el niño oriental que, asombrado, exclama antes sus padres “¡Acá los autos tienen precio!”— van más allá de la mera acumulación de referencias y de la postal, riesgos de todo relato de viaje. Pero no todo es cálculo u otorgamiento de funciones a la escritura: también hay gratuidad, devaneos íntimos (sin rayar lo confesional) y rememoraciones amorosas, como la de una querida amiga brasilera fallecida apenas a los 38 años, referida en la tercera sección del libro (“La noche en Alemania”).
De larga estadía en el taller de Hebe Uhart, Villanueva parece ejercer con la vista lo que su maestra hacía con el oído: máxima atención al detalle, condensación, precisión de las diferencias, inmediata posibilidad de vinculación de disparidades. Así, Villanueva nos traza un relato pleno de referencias bien dosificadas, un viaje casi de la mano por otros ámbitos, otros tiempos, otras voces.
Liliana Villanueva (Buenos Aires, 1963); entre 1986 y 1996 vivió en Alemania y más tarde cuatro años en Moscú, donde fue corresponsal de prensa. Egresada de la UBA, trabajó como arquitecta en el estudio Brandt & Böttcher de Berlín y fue docente en la Universidad de Darmstadt, donde se doctoró en arquitectura en 2008. Publicó Las clases de Hebe Uhart (Blatt & Ríos 2015), Sombras rusas (Blatt & Ríos 2017), Lloverá siempre. Las vidas de María Esther Gilio (Criatura, 2018), Maestros de la escritura (Godot, 2018) y Otoño alemán (Blatt & Ríos, 2019). Por sus crónicas de viajes recibió los premios Mikel Essery (País Vasco, 2012) y en dos ocasiones el Premio Osvaldo Soriano (La Plata, 2013 y 2016). Las clases de Hebe Uhart recibió el Premio del Lector de la Fundación el libro de Buenos Aires en 2015 y Lloverá siempre, el Premio Casa de las Américas de Cuba en 2017. Actualmente vive entre Buenos Aires y Berlín.