La fuerza, el volumen, la potencia, son algunas características del sonido de El Perrodiablo, quinteto platense de rock duro y sin vueltas .Su tercer disco, El Espíritu, presenta a una banda que construyó y reafirmó su personalidad a partir de los recitales y de tocar incansablemente, logrando que sea el mismo público, testigo de esta locura, quienes esparzan sobre ellos y sobre aquello que generan. Decir que dos guitarras, un bajo, batería y voz conforman este aliento proto-punk sucio y desprolijo no alcanza para describir lo que pasa cuando El Perrodiablo se sacude en vivo, pero de igual modo las canciones registradas destilan buenas dosis de furia.
Los platenses se presentan en su página web a través de un manifiesto: “Hay bandas que hacen rock y otras que no hacen rock pero lo interpretan a puro estereotipo. Nosotros lo hacemos, lo sentimos y tocamos el Rocanrol como lo que es: Rock. Canciones urbanas en el torbellino eléctrico de una celebración de fiesta. No son vacaciones raras, sino que somos cabrones intentando asegurarse la inmortalidad en 40 minutos de show, una ceremonia ritual para hacer del mundo un lugar menos peor”. Eso firman, para ellos prevalece en su música el espíritu.
“Abrazo a la canción y a la distorsión”, declama Doma (cantante) en “Algo sobre vivir”, track que abre un álbum que evoca premisas sobre ese viejo rock que no dejaba de pedir por autenticidad; el compromiso con la distorsión era un compromiso con una música que transmitía cierta peligrosidad. Es esa peligrosidad la incesante sensación de que cualquier cosa puede pasar, el corazón del rock que impulsa al Perrodiablo.
L.R