Un año clavado en el calendario, tres canciones en el aire.
1974, En qué andaban...Aquelarre, Lito Nebbia, Invisible
Por Diego Giordano
1974...Milagro de pueblo por Aquelarre
Entre los factores que cimentan la singularidad de Aquelarre, uno de los tres grupos que se formaron luego de la separación de Almendra, se encuentra la heterogeneidad de su formación: Emilio Del Guercio y Rodolfo García llegaban del Almendra más experimental y psicodélico, Héctor Starc traía en su Gibson Les Paul todo el bagaje de la ortodoxia rockera, y Hugo González Neira, el primer tecladista argentino en incorporar el clavicordio a una banda de rock, fusionaba la estructura del blues con la improvisación del jazz.
La separación de Almendra tuvo varios motivos. Uno de ellos fue la negativa del Flaco Spinetta a incorporar letras políticas al cancionero del grupo. Emilio del Guercio, por el contrario, creía que las canciones tenían que reflejar el estado de cosas por el que atravesaba la Argentina de 1970. No hay que perder de vista que la realidad argentina de aquellos años se cifraba en palabras, nombres y siglas como Lanusse, Triple A, Ezeiza, FAR, ERP.
En 1974, Aquelarre cambió de sello discográfico, pasó de Trova a Microfón. Brumas, el tercer álbum del grupo, tuvo como anticipo el single "Violencia en el parque", un testimonio de la violencia política que se vivía en el país. En Brumas, González Neira incorporó un órgano Hammond y el grupo comenzó a repartir el protagonismo vocal, hasta entonces patrimonio de Del Guercio y González Neira. El disco mostraba un Aquelarre más ambicioso en cuanto a arreglos e instrumentación, en sintonía con la complejidad que se aceleraba en el rock británico de la mano de grupos como Jethro Tull, uno de los modelos de Aquelarre en ese momento.
“Milagro de pueblo” muestra a los Aquelarre en todo su esplendor musical y tiene, además, un solo de guitarra legendario, que confirma a Héctor Starc como uno de los grandes guitarristas del rock argentino de los años 70.
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1974...Apelación de otoño por Litto Nebbia
Después de su primera incursión en el mundo del jazz con el álbum Nebbia’s band, de 1971, y de los dos discos grabados para el sello Trova al frente del grupo Huinca, Litto Nebbia decidió ir a fondo en su ruptura con el rock, harto de que un sector de su público le insistiera con la reunión de Los Gatos. El disco Muerte en la catedral, grabado en 1973 junto a Jorge González (contrabajo eléctrico) y Néstor Astarita (batería), dos músicos que lo acompañarían en los seis años siguientes, y producido por Ciro Fogliatta, es el primer escalón de una trilogía que continúa en Melopea (1974) y finaliza en Fuera del cielo (1975).
En estos años, Nebbia diseña una zona franca musical en la que anuda de un modo magistral el tango, el folclore, el jazz y el rock. Junto a Astarita y González, Nebbia construye un formato cancionístico radicalmente nuevo. Al escuchar la elaboración armónica y el trabajo rítmico de Muerte en la catedral y Melopea, parece mentira que se tratara del mismo artista que lideraba Los Gatos apenas dos años atrás.
En “Apelación de otoño”, Nebbia logra una alquimia notable entre el modelo beatle de “Eleanor Rigby”, con los arreglos de cuerdas de Rodolfo Alchourrón, y el aroma troileano que respiran el bandoneón de Rodolfo Mederos y el violín de Antonio Agri.
1974...Lo que nos ocupa es esa abuela, la conciencia que regula el mundo por Invisible
Al momento de formar Invisible, el Flaco Spinetta buscaba escapar del corset blusero que él mismo había construido en Pescado Rabioso. Por eso resulta llamativo que convocara a Machi y a Pomo, que venían de tocar con Pappo, con quien grabaron el extraordinario Pappo’s Blues 3. Después de escuchar los tres discos de Invisible, hay que concluir que Spinetta no la pifió en su elección.
La extraordinaria técnica de la base rítmica de Pomo y Machi hace del primer disco de Invisible un rally que incluye alguno de los riffs más rockeros de Spinetta (“Suspensión”), pasa por el jazz-rock de “Jugo de lúcuma” y culmina en la suprema “Irregular”. En su segundo disco, Durazno sangrando (1975), el trío incursiona de manera decidida en la travesía experimental del rock progresivo que caracterizaba la época, y en el final y deslumbrante El jardín de los presentes (1976), Spinetta y sus compinches se animan a trabajar una idea de canción porteña matizada por la influencia de Ástor Piazzolla.
El primer disco de Invisible, grabado en los estudios Phonalex en abril de 1974, es conocido como "El charco", en referencia a la obra del dibujante holandés M.C. Escher que ilustra la tapa. La edición original del álbum se organizó como un álbum doble, integrado por un LP y un simple que contenía “La llave del mandala” en el lado A y "Lo que nos ocupa es esa abuela, la conciencia que regula el mundo" en el lado B.
En la contratapa del álbum original, la canción "Lo que nos ocupa es esa abuela, la conciencia que regula el mundo" está ilustrada por la foto del rostro surcado por arrugas de un anciano. ¿Qué era la conciencia para el Spinetta vanguardista modelo 1974? Nada menos que esas arrugas, marcas físicas de una abuela que regula el mundo. Quizás no haya una definición contracultural más potente en toda la historia del rock argentino.