1985...SODA STEREO, CARLOS CUTAIA, VIRUS

EN QUÉ ANDABAN
13 de junio de 2017

Txt: Diego Giordano

1985...Cuando pase el temblor por Soda Stereo

A comienzos de 1985, Soda Stereo editó su segundo disco de estudio, Nada Personal, la punta de lanza del plan de dominación continental que el trío liderado por Gustavo Cerati lanzó a fines de ese mismo año con una gira por las principales capitales de Latinoamérica. El concepto sonoro del disco parecía un “quiero retruco” al mote de “plástico” que algunos medios le habían endilgado al grupo. Algo así como si Cerati hubiera dicho: “¿Así que somos plásticos? Bueno, acá tienen plástico de sobra”: el pop de diseño de Nada Personal, anclado en un punto intermedio entre The Cure y Duran Duran, fue construido con máquinas de ritmo, teclados y sonidos procesados.

Algunos meses más tarde, precisamente el jueves 19 de septiembre de 1985, apenas pasadas las 7 de la mañana, un terremoto de magnitud de 8 puntos azotó gran parte del territorio mexicano, en particular a la capital del país. Fue el sismo más devastador en la historia del país azteca.

Este suceso trágico, alejado en tiempo y espacio de la salida de Nada Personal, sería determinante en la coronación de Soda Stereo como la banda más popular de Latinoamérica en los años 80. La clave del fenómeno se halla en una canción que, en el contexto de modernidad estética y sonora que planteaba Nada Personal, parecía fuera de lugar. Con aroma andino y quenas sintetizadas, “Cuando pase el temblor” se convirtió en un himno emocional para el golpeado pueblo mexicano.

La canción había nacido casi de manera casual una tarde cualquiera de 1984 en la casa paterna de Cerati. “Qué lindo, hijo, ¿qué es eso?”, le preguntó Lilian, su mamá, a Gustavo, mientras escuchaba los rasguidos del carnavalito que su hijo desgranaba en una vieja guitarra criolla.

El tema, además de revelar la conexión musical de su autor con cierta herencia folklórica, anticipaba las futuras incursiones en ritmos telúricos que Cerati traduciría a su propio diccionario pop. “Cuando pase el temblor” fue el primer experimento de una saga que incluye canciones como “Raíz” del disco Bocanada, o “Sulky” de Siempre es Hoy, y que sobrevuela el ambiente entre folk y psicodélico de Fuerza Natural, su último álbum de estudio.

1985...Ella baila por Carlos Cutaia

Si bien fue concebido en 1983, el disco Orquesta, de Carlos Cutaia, recién salió a la venta en 1985 editado por el efímero sello Raviol Records y distribuido por el gigante CBS. Por aquel entonces,

Virus, Soda Stereo, Miguel Mateos y Los Abuelos de la Nada eran las figuras más visibles del recambio generacional que se estaba produciendo en el rock argentino. Pero por debajo latía un universo en el que pululaban Fricción, Clap, Sueter y Los Encargados, el grupo tecno de Daniel Melero que en el festival BaRock de 1982 recibió una tonelada de piedras y tomates por el solo hecho de no tener batería, bajo ni guitarra sino simplemente tres sintetizadores en escena.

Después de ver a Los Encargados en vivo en algún tugurio modernoso de Capital, Carlos Cutaia, ya en aquel entonces una leyenda del rock argentino por haber integrado Pescado Rabioso y La Máquina de Hacer Pájaros, llamó por teléfono a Melero y le propuso grabar un disco.

Virus, Soda Stereo, Miguel Mateos y Los Abuelos de la Nada eran las figuras más visibles del recambio generacional que se estaba produciendo en el rock argentino. Pero por debajo latía un universo en el que pululaban Fricción, Clap, Sueter y Los Encargados.

Cuenta Cutaia: “Un día fui a ver a Los Encargados y me fascinaron. Me fascinó el hecho de que hagan música solo con máquinas y sintetizadores. En aquel momento eran como extraterrestres, eran increíbles para esa época. Ellos fueron lo primero que sonó tecno de nuestro país. Antes que nadie, estaban Los Encargados”.

Inspirado en el sonido del grupo japonés Yellow Magic Orchestra y la ideología robótica de los alemanes Kraftwerk, el álbum fue grabado de manera artesanal en 8 canales, y estaba tan adelantado a su época que los ejecutivos de CBS no supieron qué hacer con él y lo archivaron en un cajón, destinándolo al olvido. Sin embargo, con los años, Orquesta se convirtió en la piedra angular del tecno argentino.

La reciente revalorización del álbum motivó que Melero y Cutaia volvieran a trabajar juntos. De hecho, según cuentan, el sucesor de Orquesta está casi terminado. Pero todavía flota una pregunta: ¿para cuándo una reedición del primer álbum de tecno pop del rock argentino?

1985...Sin disfraz por Virus

Locura, el penúltimo disco de Virus con Federico Moura, es algo así como el Everest del pop de sintetizadores del rock argentino de los años 80. Con apenas ocho canciones completamente alejadas de la propuesta entre new wave y rock de los 50 que había caracterizado los orígenes de la banda, Virus ingresó en su fascinante fase crepuscular.

Relax (1984), su antecesor, reflejaba ya desde su título la necesidad del grupo de bajar el tempo de las canciones, abandonando de a poco la impronta hiperquinética y bailable de los comienzos. En la discografía de Virus, Relax es el puente entre la primera época de la banda, desfachatada, discotequera y acelerada, y la final, madura, hedonista y sensual.

En Locura ya no quedan rastros del sudor rockero de Recrudece y Agujero interior, y el gran acierto en la producción artística del álbum fue subrayar el contraste entre un diseño sonoro gélido y la honda calidez de la voz de Federico Moura. El concepto de sonido artificial es distintivo de los discos grabados en estos años: Nada personal y el segundo álbum de GIT también fueron editados en 1985.

Moura no era un cantante dotado de un registro sobresaliente, pero sí era un gran intérprete, y en Locura alcanza su punto más alto. Su performance oscila entre la desprotección, la entrega, el vicio y la apatía, haciendo de cada palabra una declaración de amor, incluso en los momentos que transmite indiferencia.

Cada una de las canciones de Locura aborda una obsesión amorosa diferente: los celos enfermizos y la reclusión de la persona amada en “Destino circular”, el deseo voraz en “Pronta entrega”, el placer ocasional como modo de conjurar el vacío en “Tomo lo que encuentro” y “Sin disfraz”, en la que canta, como un sibarita decadente que se abandona al placer, “A veces voy donde reina el mal, es mi lugar, llego sin disfraz”.

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