Por Bernardo Maison
Con su tercer disco en nuestros oídos podemos decir que aquellos versos del debut “Estoy jugando” (2009) –“tengo en alguna parte una pena negra que me tiene así”- , eran en varios sentidos el inicio de un camino que Mauro Digerolamo empezaba a recorrer, entendiendo a la canción de autor como ese lugar en donde el compositor puede explorar una mirada sobre su funcionamiento emocional y el mundo que lo rodea.
Si en ese tema el impulso, a pesar del bajón, estimulaba a seguir adelante -“y sigo jugando con mi cabeza y mis personajes para ser feliz”-, y esos gestos pudieron mantenerse también en su segundo grupo de canciones de distinta coloratura “Actitud de entrega” (2012), el reciente “La Trituradora” vino a liberar todo lo que hasta ahora parecía contenido.
“La Trituradora” es el aullido de Mauro Digerolamo. No hubo antes canciones esquivas, simplemente, al calor de las actuales, parecen haber permanecido en un estado de postergación o latencia. No es la idea hacer acá un análisis psicológico de las letras de La Trituradora, solo que la visceralidad y entrega de su disco hacen que podamos ver, oír, y sentir la furia con la que el cantautor salió a barrer su pila de mierda. Esa que todos tenemos en nuestra vida.
Aunque en temas anteriores ya rockeaba con dientes apretados, quedaron relegados a la expresión mínima los paisajes soleados y el pop/rock amable para abrazarse a las atmosferas densas e inquietantes. La música cambia de ritmo siempre dentro del universo amplio del rock, va al comienzo de la historia de ese sonido y vuelve, con una banda que suena ruda y sabe lo que toca.
La primera persona que canta mientras se sacude el polvo despliega su lista de prioridades, y ahí están las señas de los procesos políticos que marcaron al país, el mundo del trabajo y los laburantes (tópico que trae de varias gemas anteriores), el amor y la noche, los amigos, su tarea de artista de la música y las formas de revelarse ante sus propios ojos.
Mauro Digerolamo sale a buscarse en sus canciones. Entre el imaginario sonoro de Lennon y Cobain, su autopista es apesadumbrada, áspera, llena de fantasmas a los que mira cara a cara para terminar brindando con ellos. En la canción que da nombre al disco llega a mostrar su pacto con el futuro, uno de los momentos más densos y emotivos: “espero que nos quede un poco de luz para juntarnos y armar los pedazos, espero”.
Muchas más son las frases de sus canciones que merecen ser resaltadas en esta nota. Solo mencionemos algunas con las que vamos a convivir un buen tiempo. Es recomendable encontrarlas en ese marco perfecto que tiene una música, una entonación, varios sentidos.
“Decime como te ves, de acá a quince años o a diez. Contame lo que pensabas hacer” (El Disfraz), “El hijo de mi padre tritura lo que toma, y en unas pocas horas toda la culpa es suya” (La Trituradora), “Le tengo más miedo al vestido blanco del cajón, que al vestido negro de la muerte”(Las Bestias). “Es muy pesado, tener que contestar, donde voy, donde voy, donde voy, donde voy...Voy al laburo”.