EL AUTOR DEL LIBRO DIEGO GIORDANO PASÓ POR NUESTRO PROGRAMA PARA CONVERSAR SOBRE SU LIBRO QUE RECONSTRUYE LA ESCENA DE ROCK SUBTERRANEO DE ROSARIO EN ESE PERIODO.
El periodista y músico Diego Giordano pasó por De Ushuaia a la Quiaca para charlar sobre su primer libro “Inédito, rock subterráneo en Rosario, 1982-1987”.
El ex Mortadela Rancia, que también fue conductor de varios programas de radio y formó parte de “32 pies", la revista de la Fundación del Puerto de la Música, actualmente continua coordinando el sello discográfico de la Editorial Municipal de Rosario. En Inédito, Giordano analiza y reconstruye los cambios que experimentó la música rock en rosario en los años 80, a partir de las corrientes que dominaron la escena en el país y el mundo, la influencia que la política y la guerra tuvieron en el contexto musical, y las modas y estéticas que estaban en pugna entre los jóvenes músicos de la ciudad.
Editado por Yo Soy Gilda Editora (Georgina Ricci y Lila Siegrist), en el libro, Giordano pone en dialogo los acontecimientos musicales que posibilitaron los cambios –en algunos casos repentinos- de la música local.
LA RAYA QUE SE TRAZA
“A primera vista, parece posible trazar una raya que divida en dos la música rosarina de los años 80, no sólo en un sentido cronológico, sino también estético. Las dos oleadas musicales de la ciudad que saltaron a la escena nacional entre 1982 y 1987 –la Trova Rosarina y el posterior éxito alcanzado por los grupos Identikit y Graffiti– están separadas por una grieta profunda, y el corte que las separa se presenta radical, como si, llevando la progresión a la esfera del rock argentino, de Pedro y Pablo se llegara a Soda Stereo sin escalas intermedias. La idea, sin embargo, se funda en un malentendido”, explica sobre el momento.
Y en la contratapa se lee: “En las islas británicas, el punk tuvo la función “higiénica” de barrer con el anquilosamiento en que habían caído las grandes bandas de la época y proponer un regreso al origen salvaje y desfachatado del rock and roll. En Rosario, la ausencia de ese impulso iconoclasta motivó la asimilación de imaginarios, en teoría, antagónicos. En los primeros años de la década de los 80, el rock de la ciudad mezcló sofisticación con minimalismo y pasó, sin hacer escala en el punk, de la madurez del jazz rock y el rock progresivo al desparpajo cínico de la new wave y el pop de teclados”.