Comienzos de los noventa. Avanzada neoliberal en el mundo y América Latina acoplándose a ese flujo. Las políticas al sur del continente mantenían “relaciones carnales” con el imperio. Collor de Mello en Brasil, Pérez en Venezuela, Bucaram en Ecuador, Salinas en Méjico, Jaime Paz en Bolivia, Fujimori en Peru, Lacalle en Uruguay, y el caso emblemático de Chile, en donde el dictador Pinochet, mantuvo el poder hasta 1990, luego de que un 55,2% de los chilenos votó a favor del No, frente al 42% del Sí, en un plebiscito por el que se proponía su mantenimiento en la presidencia hasta diciembre de 1997. En Argentina, en tanto, Carlos Menem combinaba varios de los vicios de sus colegas elegidos democráticamente y desplegaba su discurso sobre el Primer Mundo.
Parado en la vereda de enfrente y con solo 27 años, luego de algunos discos fundamentales y una maduración lograda a base de duros golpes, Fito Paez, con intuición o vaya uno a saber con qué, le ponía a su disco de 1990 Tercer Mundo y mezclaba varios signos culturales de ambos en la canción que le daba nombre. ¿Una especie de Cambalache? Con samplers y voces reconocibles citadas armaba su collage que incluía todos esos elementos recurrentes en cierta vena letrística del rosarino: “La Mona Giménez con Mickey Rourke”, “Khadafi bailando con un ministro”, “los Pimpinela por la Quinta Avenida”, y “El gordo Porcel canta rock y fuma la yerba de Billie Bond”.
Este álbum es el que eligió el músico y periodista Pato Cattaneo para nuestra sección Me Gusta (mucho), el cual desmenuza tema por tema: “Arrancaba con “El Chico de la tapa” por ejemplo que era fantástica, porque hablaba de una situación de suburbio del gran Buenos Aires, y con muchos clichés que después Paez siguió utilizando, esa cuestión de nombrar barrios, equipos de futbol, hospitales”, dice el integrante de Degradé.
“Este disco me enseñó a combatir toda la vida con la canción”, reconoce Cattaneo y amplía: “El disco es un fundamental, una bisagra, es el nexo entre la oscuridad y lo cristalino del hombre enamorado. Es un disco maravilloso que me marcó un poco el camino de entender que se podía hacer música desde un piano, rockeandolá, cantando mal y con el corazón abierto y entregado. Es muy noble y Páez es un artista fundamental”.